Lunes, 25 Junio 2001
Jun25

El Plan Puebla-Panamá, ¿acaso una quimera más?

Mucho se ha escrito y dicho acerca del Plan Puebla-Panamá (PPP), sin que nadie del gobierno federal acierte a explicar con detalle en qué consiste, cuáles son sus prioridades y estrategias concretas o a cuánto ascenderán los recursos públicos, privados y crediticios para aterrizarlo.

En esas circunstancias, los gobernadores de los estados del sureste mexicano, incluídos en la región comprendida por el PPP, han comenzado a hacer públicos sus resquemores sobre la vialidad de este cacareado, pero poco amarrado, plan de desarrollo de la administración de Vicente Fox Quesada.

Entre ellos el gobernador de Puebla, Melquiades Morales Flores, quien durante la gira a El Salvador, a la que fue invitado por el presidente de la República, junto con los mandatarios de Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, se refirió al PPP como un proyecto del que hasta hoy "no hay nada concreto, salvo buenas intenciones".

Lo primero que llama la atención de esta declaración del gobernador Melquiades Morales, recogida por el periódico El Financiero en su edición del viernes 15 de junio, es el cambio de tono con respecto a su discurso de hace casi tres meses en la residencia oficial de Los Pinos, cuando el Plan Puebla-Panamá se presentó oficialmente, en el marco de los primeros 100 días de gobierno de Vicente Fox.

¿Qué ha pasado de entonces a la fecha?

Pues que los gobernadores de las nueve entidades de la República Mexicana involucrados en el PPP simplemente han sido marginados y/o utilizados en la promoción de un plan del que sólo se conocen cuestiones vagas o muy generales, y cuyos objetivos y estrategias jamás les fueron consultados.

Para muestra un botón.

El pasado 4 de abril, la Oficina de Planeación Estratégica y Desarrollo Regional de la Presidencia convocó a los funcionarios nombrados por los gobernadores de los estados como enlace con la Coordinación del PPP, a una junta de trabajo para informarles acerca de una consulta ciudadana que el gobierno federal pensaba llevar a cabo en sus respectivas entidades.

La reunión tuvo lugar en Los Pinos, sin la presencia del coordinador general del Plan, Florencio Salazar Adame, aunque sí de algunos subordinados suyos. Y la encabezó no quien citó -Carlos Flores-, sino su director para la región sur-sureste, José Antonio Madrigal.

La junta fue un caos. Y es que de entrada la mayoría de los representantes de los gobiernos de Yucatán, Veracruz, Tabasco, Puebla, Quintana Roo, Oaxaca, Guerrero y Campeche reprochó a José Antonio Madrigal cómo la Presidencia pretendía efectuar una consulta de algo que ni siquiera ellos conocían. Y menos cuando el documento base del Plan Puebla-Panamá que habían solicitado desde el 12 de marzo, les llegó por correo en la víspera de su viaje a la capital del país.

De los ocho enlaces estatales que asistieron a la reunión, sólo el de Chiapas apoyó la realización de la consulta. El resto la desechó, cuestionando a su interlocutor cómo la Presidencia pediría a la gente su opinión sobre un plan del que sólo se dice que mejorará la calidad de vida de los habitantes de la región sur-sureste de México y los países de Centroamérica, sin precisar cómo, cuándo, ni con qué recursos.

No obstante, a los pocos minutos de ese encuentro, la Presidencia envió un fax, anunciando que por instrucciones del señor Vicente Fox la consulta se llevaría a cabo. Y así ocurrió, pero a espaldas de los enlaces nombrados por los gobernadores.

En Puebla la consulta se realizó el 8 de mayo en los municipios de Puebla y Cuetzálan.

Y los resultados fueron también desastrosos, pues los líderes y las organizaciones sociales consultadas identificaron el Plan Puebla-Panamá como un instrumento disfrazado del "Tío Sam" para apoderarse de los recursos naturales y energéticos, y para mantener en la explotación a millones de pobres tanto de México como de los países centroamericanos.

Según el Documento Base, ocho son los objetivos principales del PPP: elevar el desarrollo humano y social de la población; incrementar la participación de la sociedad civil en el desarrollo; lograr un cambio estructural en la dinámica económica de la región; aprovechar las vocaciones y ventajas comparativas de los países que lo integran; promover inversiones productivas; propiciar un manejo sustentable de los recursos naturales y el ambiente; concertar planes y estrategias conjuntas de los gobiernos involucrados, y fortalecer la capacidad de las instituciones de la región.

O sea, puros buenos deseos.

Una lectura detenida del Plan, lo primero que revela es que no hay correspondencia entre las estrategias planteadas en el documento con las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas de los estados y países de la región.

Y que las estrategias que se plantean, para lograr los ocho objetivos arriba señalados, además de poco consistentes entre una y otra, son demasiado generales.

Tanto que algunos presidentes centroamericanos y gobernadores de México han dejado escapar algunas dudas sobre el financiamiento que el Plan pudiera recibir de algunas instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o el Banco Mundial (BM).

No en vano el presidente de El Salvador, Francisco Flores Pérez, aprovechó la cumbre de los presidentes de México y América Central, para urgir a Fox a resolver cuanto antes la parte crucial del financiamiento del PPP; el gobernador de Guerrero, René Juárez Cisneros, afirmó que sin recursos el Plan podría estar condenado al fracaso y quedarse en una buena intención; el de Chiapas, Pablo Salazar Mendiguchía, destacó que hasta el momento no hay nada concreto, sino pura planeación; y Melquiades Morales externó que  hasta hoy todo el PPP es un proyecto con buenas intenciones.

Y eso es precisamente lo preocupante, ya que el BID o el Banco Mundial sólo otorgan créditos a proyectos terminados y que cuentan con estudios de factibilidad, recuperación de la inversión, impacto social e impacto ambiental, nada de lo cual existe siquiera en el papel en el Plan Puebla-Panamá... ***** Y hasta la próxima.