Doger, todavía con margen de negociación
¿El rector Enrique Doger Guerrero perdió ya la posibilidad de ser nominado candidato del PRI a la presidencia municipal de Puebla?
Desde mi perspectiva la respuesta es negativa, pero creo que si el rector sigue empeñado en ser él quien ponga al próximo rector de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), entonces no sólo perdería la oportunidad de gobernar la capital del estado –hoy todas las encuestas lo dan como favorito-, sino el control político de la máxima casa de estudios de la entidad.
¿En qué baso mi hipótesis?
En primer lugar, en los desencuentros y malos entendidos que durante los últimos días han protagonizado Enrique Doger y el candidato del PRI a la gubernatura al tenor de la situación prevaleciente en la Universidad, el empeño del rector por designar a su secretario general, Enrique Agüera Ibáñez como sucesor, y la recomendación de Mario Marín Torres de evitar imposiciones que pongan en riesgo la estabilidad de la UAP.
Tal recomendación, así como algunas reuniones de Marín con el ex tesorero de la UAP, Armando Valerdi y Rojas -a instancias de Guillermo Nares Rodríguez-, han sido interpretadas por el rector como injerencistas y violatorias de la autonomía universitaria.
En segundo término, en el poco eco que el rector Doger ha encontrado en el gobernador Melquiades Morales Flores para que avale, por un lado, a Enrique Agüera como su sucesor, pero además convenza a Mario Marín de que éste es la mejor garantía de una transición tranquila y sin sobresaltos en la máxima casa de estudios de la entidad.
Sin embargo, los mayores riesgos para el proyecto político del rector son los que se cocinan al interior de la Universidad, y que comienzan a traducirse en el surgimiento y reagrupamiento de personas y corrientes con un denominador común: tienen cuentas pendientes que saldar con lo que denominan genéricamente Dogerato, es decir, las gestiones universitarias de José Doger Corte y su primo Enrique Doger Guerrero.
Entre estos grupos están la Asociación de Redes, Círculos de Estudio y Participación Ciudadana “Luis Rivera Terrazas”, que este sábado sacó del closet a los viejos comunistas universitarios, haciéndoles un llamado a emprender una cruzada contra el autoritarismo reinante en la UAP y a favor de restituir un ambiente de pluralidad, tolerancia y autocrítica en la Universidad; el Suntuap, que el jueves convocó a una vespertina reunión en sus oficinas sindicales, con poco eco y mucho radicalismo; el Movimiento Espartaco, cuyo dirigente Camilo Estrada Luviano se mantiene al acecho, y otras corrientes que aún sin denominación firman manifiestos y desplegados dirigidos a la comunidad universitaria y a la opinión pública exigiendo la remoción del rector Enrique Doger.
De todas estas agrupaciones, la asociación Luis Rivera Terrazas se perfila como la de mayor peligro para el rector y su proyecto, no sólo porque entre sus miembros figuran antiguos aliados y colaboradores suyos –Ricardo Moreno Botello, Guillermo Nares Rodríguez y Jorge Chávez Ramírez-, dirigentes del PRD como la diputada federal Rosa María Avilés Nájera, Jorge Méndez Spínola y su esposa Rosa Márquez Cabrera, y viejos activistas universitarios como León Magno Meléndez, Marta García Amero y Jaime Ornelas Delgado, sino personajes con capacidad de convocatoria y movilización dentro de la UAP como el ex rector Alfonso Vélez Pliego; el director de la facultad de Derecho, Emiliano Perea Peláez, y el ex director de la facultad de Electrónica, Jaime Cid Monjaraz, así como consejeros universitarios alumnos ligados al ex secretario general de la UAP, Guillermo Nares.
Un detalle que en el análisis de esta asociación de ex comunistas universitarios no puede pasar inadvertido es que casi todos sus dirigentes se han manifestado a favor del ex tesorero de la UAP, Armando Valerdi, como rector sustituto. De ahí que no pocos invitados a la reunión del sábado, en Mi Viejo Pueblito de la 11 Sur y la 31 Poniente, se hayan extrañado por la presencia de Edmundo Perroni Rocha y su lugar en la mesa principal. Y es que Perroni, junto con su primo “El Lobito” Rafael Torres Rocha, fue mentor político de Enrique Agüera.
Desde nuestra perspectiva, el rector Doger aún está en condiciones de negociar su salida de la Universidad, y su nominación como abanderado del PRI a la alcaldía poblana en condiciones de privilegio. La ventaja en posicionamiento electoral que saca a sus contrincantes del PRI y el PAN lo colocan en esa tesitura, pero ésta no debe ensoberbecerlo. La soberbia nunca ha sido buena consejera.
Por lo que hace a la situación interna de la UAP, el rector sabe mejor que nadie cuál es el punto de conflicto: el nombramiento de su sucesor. El quiere que sea Agüera y sus críticos que Valerdi. ¿Por qué no dejar que los propios consejeros universitarios, en uso de sus facultades, decidan libremente a quién quieren en la rectoría? Si Agüera o Valerdi presumen contar con el respaldo mayoritario, pues que lo demuestren.
Lo peor que le puede ocurrir a la Universidad es que esta trascendental decisión se concentre en un solo individuo (el rector saliente), la tomen personas extrañas a la UAP (el candidato del PRI, Mario Marín o el gobernador Melquiades Morales) o se utilice como factor de presión o chantaje para la consecución de prebendas o la restitución de privilegios (asociación Luis Rivera Terrazas).
Sin embargo, creo que en la medida que el rector Doger prolongue su estancia en la UAP, utilizando los recursos de la institución para promoverse electoralmente, o condicionando su salida a cambio de poner al rector sustituto, las tensiones internas y externas aumentarán y las condiciones de una salida negociada al conflicto se deteriorarán rápidamente, en su perjuicio personal y proyecto político.
INTRAMUROS
La calma chicha que envuelve en estos días al gobernador Melquiades Morales Flores y a la mayoría de los miembros de su gabinete da la impresión de que de veras el sexenio ya se acabó. Sí, que se terminó con la nominación oficial de Mario Marín Torres como abanderado del PRI a Casa Puebla.
Y es que de momento la hiperactividad del Ejecutivo del estado, quien incluso llegó a realizar giras de trabajo por los municipios del interior prácticamente todos los días –sábados y domingos incluidos— cesó repentinamente.
Las causas son diversas, y hasta justificables: ya no hay nada que inaugurar que valga la pena, salvo algunas obras en proceso de construcción que avanzan a paso de tortuga por la falta de liquidez de las finanzas estatales “que gozan de cabal salud”, el rezago en la liberación de fondos de parte de la federación, los desmentidos recortes presupuestales, y el retraso en el pago a contratistas y proveedores.
A esta situación hay que agregar que en este su último año de gestión, Melquiades Morales ya no puede ofrecer y tampoco comprometerse a ejecutar nuevas obras, así sean necesarias o las haya prometido durante su campaña o en los primeros años de su administración. El tiempo se le acabó y los contados recursos de que dispone apenas alcanzarán para medio terminar las obras en marcha.
Entre éstas: los distribuidores de la Recta a Cholula y el que conectará a la federal a Atlixco con el mal llamado Periférico Ecológico, el Arco Oriente, la prolongación de la Avenida Las Torres (que seguramente quedará inconclusa), la primera etapa del Centro Cultural Siglo 21 y la supercarretera Tlaxco-Tejocotal, mejor conocida como autopista a Huauchinango.
Las giras temáticas que Melquiades Morales planea efectuar mes con mes hasta enero del año entrante en realidad serán giras de reinauguraciones o ampliaciones, pues muchas de las obras dizque “nuevas” que se pondrán en marcha constan ya en los textos y anexos de sus informes de su gobierno o son obras “patito”, de esas que Mario Marín Torres solía presumir en sus buenos tiempos de alcalde: guarniciones, banquetas, restauración de kioskos, pavimentación de calles, etc., etc.
Por todo lo anterior hemos de reconocer, públicamente, que nos equivocamos cuando criticamos aquí las declaraciones de Fernando Morales Martínez hace mes y medio, en el sentido de que el sexenio de su papá había terminado. Quizás tenía razón.