05/Septiembre/2002
Blanca Patricia Galindo

 

“No me lo tome a mal, pero no hay otra manera de decírselo: todo Tehuacán apesta. Apesta a caca”.

 

Esas no sólo son las palabras de José Antonio Merchand, sino la realidad de la segunda ciudad más importante del estado: desde el lunes pasado la pestilencia de excremento es insoportable.

 

Tanto, que ayer las llamadas saturaron las líneas telefónicas de diarios y estaciones radiales locales con la misma interrogante: “¿de dónde sale toda esta mierda?” Y Maricela, al auricular, se la pasó respondiendo: “todo parece que la pestilencia es culpa de los marranos de San Marcos, bueno, me refiero a los cochinitos”.

 

Y es que la concentración del hedor se encuentra en esa comunidad, territorio de la Sierra Negra, donde varias granjas avícolas y porcinas desechan el estiércol en un tiradero clandestino. Fuentes consultadas aseguran que de ahí procede esta podredumbre que a sorbos gordos respiran los tehuacaneros.

 

El ayuntamiento de aquel municipio está en la misma incertidumbre que los pobladores. Hasta hoy, según la versión recogida por este diario, se analizará el fenómeno y se buscarán sus causas. El tiradero clandestino es la primera línea de investigación, asegura Luis Manuel García, secretario particular del edil.

 

Algunos conocedores, resguardados tras el anonimato, van más allá: presumen que una productora de pollo y huevo, propiedad de Gustavo Romero, junto con Granjas Avícolas, inauguraron el tiradero ilegal hace unos días y la geografía de Tehuacán –un valle atrapado entre elevaciones y cerros— hace las veces de un remolino. Extracto puro de diarrea porcina.

 

Es más, se aventuran a calcular que en este tiradero se han echado entre 5 y 10 toneladas de residuos orgánicos. “Kilos y kilos de puritita calabaza”.

 

Para colmo, el de por sí contaminado canal de Valsequillo se une con su fetidez a esta desconcertante cacofonía.

 

“Al principio nadie dijo nada porque el olor era tolerable”, agrega Merchand, conocedor del trajín en las pocilgas de las granjas, pero él mismo acepta que ayer la gente llegó al límite.

 

El olor fue tan insoportable, que los vecinos tuvieron que cerrar puertas y ventanas “y no para cuidar a las hermanas, sino porque el aire de la calle trajo puro olor a caca de pollo, que es muy apestosa”, reclama el empresario Jorge Alberto Ramos Tapia.

 

Aún más: la hediondez penetró la ropa limpia que se quedó en los tendederos, según el testimonio de Lina Velasco Cruz, dueña de varias décadas de experiencia en olores de trabajo en granjas. “a veces huele a excremento quemándose, por las noches hiede todavía peor; y esto tiene unos dos meses, pero de pronto, amaneció el lunes y se desencadenó el olor”.

 

Una calamidad se añade al suplicio: desde la semana pasada en Tehuacán hay un fuerte olor a desagüe. Doña Lina es una de las víctimas del fuego cruzado “caca por un lado, caca por otro; en la ropa, en el aire, en la casa”.