25/Septiembre/2002
Rosario Carmona Meza

“Yo soy un caso extraño de empobrecimiento inexplicable”, dice entre risa y risa Antonio Zaraín García, secretario de Desarrollo Económico del estado.

Y es que luego de haber sido considerado uno de los hombres de negocios más exitosos de Puebla, exportador, innovador, buen administrador y dueño de una de las empresas más importantes –si no es que la más importante en el ramo de los muebles rústicos-, dejó su esfera de cristal para ocupar un espacio en el gabinete del gobernador Melquiades Morales Flores y exponerse a las críticas, a los enemigos y hasta la crisis de su negocio: Segusino.

-¿Por qué Antonio Zaraín decide dejar su empresa y convertirse en funcionario?

-Fue un accidente.

Y confiesa: Me sentí comprometido con el gobernador y no encontré forma de negarme a ocupar el cargo por lo menos durante un año.

 

Detrás de los lentes oculta una mirada de satisfacción, sus ojos irritados y su brazo lesionado hablan de cierto desgaste; sin embargo, Zaraín vive y disfruta lo que él mismo llama “su mejor momento en la administración”.

 

Lejos quedaron los momentos de la crítica, el golpeteo y la guerra sucia propiciada desde el mismo gobierno y fuera de él, según reconoce.

 

-¿Fueron tiempos duros?

 

-Sí, yo tuve la culpa. Por no dejar el paso libre a otro partido político hablé de mis intenciones de ser candidato a la presidencia municipal y entonces se desató una guerra contra mí. Hasta mis amigos empezaron a atacarme".

 

-¿Y todavía tiene intenciones políticas?

 

-Al principio mi proyecto era a un año, pero entré al servicio público y me emocioné, me encantó. He tomado mi trabajo como un servicio, como una gran oportunidad que me brinda la vida para trascender, y para dejar a mis hijos y nietos una herencia de lo que se puede hacer no sólo en lo económico sino por la sociedad en general.

 

“Yo creo que quienes tengan la misión de servir, en la administración pública se enamoran”.

 

-¿Pero piensa en una carrera a largo plazo?

 

La respuesta llega directa, sin necesidad de reflexión.

 

"Yo no tengo la idea de una larga participación política porque no es mi vocación, pero sí me fascina el servicio público, al grado de que si más adelante vuelvo a tener otra oportunidad similar o en otra área, me fascinaría”.

 

Para Zaraín, el reto en esta parte de su vida es “poder transmitir todas mis experiencias, porque eso facilita a los demás entender muchos conceptos".

 

A sus 62 años se considera un hombre mayor.

 

Y es que aunque pocos lo saben, el titular de la Sedeco dejó su natal San José Acateno para trabajar como mozo de limpieza en la tienda de don Felipe Adame en Teziutlán cuando tenía 11 años y más tarde como obrero en el tercer turno de la fábrica “El Rosario”, ubicada en la 18 norte 1603.

 

En ese pasado desconocido, Zaraín descubre su etapa como bracero.

 

Yo me fui como bracero a los Estados Unidos, enganchado, pero me fumigaron en el empalme Sonora hace muchos años porque estaba de ilegal. Se sufre mucho. Luego estuve siete años entre Sonora, Sinaloa y Baja California.

 

Sonríe ligeramente al pensar en su juventud.

 

Dejó la escuela de electrónica de la UAP cuando la desaparecieron, se quedó a trabajar en una fábrica y luego se fue a México y de ahí inició su vagar por el país y el extranjero hasta que llegó a Chipilo donde, incluso, encabezó un movimiento para cambiarle el nombre a la junta auxiliar.

 

"Siempre he sido aguerrido", dice.

 

-¿Valió la pena dejar el negocio de su vida para dedicarse al gobierno?

 

-Yo creo que sí.

 

-¿A pesar de las críticas, de los riesgos, de todo lo malo que puede haber...?

 

-Cuando tú te sientes tranquilo con tu conciencia y sabes que lo que estás haciendo lo haces por dar, la gente puede decir lo que quiera. A mí no me afecta, yo me siento bien y tengo la ventaja de que mi familia ha sido muy comprensiva.

 

“Se me han casado 4 de mis 7 hijos durante mi etapa como secretario y nunca sus bodas han salido en la prensa, porque ellos prefieren mantenerse al margen de la vida pública. No se lucen y eso me encanta. No les afecta lo que se diga de mí, al contrario me apoyan y me comprenden”.

 

-¿No lo sufren?

 

-Al principio sí. Les afectaba mucho y les molestaba lo que se decía y no era cierto. Las grillas les enojaban bastante pero ya no.

 

-¿Qué es lo que más le ha dolido o molestado?

 

-Yo creo que lo más duro fue cuando en alguna ocasión pretendí ser candidato y fui atacado en mis negocios y en cuestiones personales y familiares con mala fe.

 

-¿Así es la política?

 

-Sí, así es.

 

-¿Y le gusta?

 

-Es que yo no trabajo como político, soy servidor público nada más.

 

-¿Y no le gustaría participar?

 

-Pues yo he pensado que sí hace falta gente que cambie muchas cosas de las leyes. Yo tengo muchas propuestas para el Congreso que podrían ser interesantes, pero lo que más me gusta es el servicio público, ser funcionario.

 

-¿No se ve como diputado, por ejemplo?

 

-Quizá dentro de tres años, por ahora no. Aunque si alguien alguna vez me ofrece regresar a la administración ya habiendo ganado una diputación federal a lo mejor acepto.

 

-¿Una de las pérdidas más fuertes es ver a Segusino en crisis?

 

-Yo creo que soy un caso extraño de empobrecimiento inexplicable, pero es parte de lo que yo acepté.

 

-¿Y vale la pena?

 

-Sí ha valido la pena. La  vida no es para atesorar, es para vivirla, para disfrutarla y para dar.

 

-¿Le duele lo que pasó con su empresa?

 

-La verdad es que sí he perdido mucho dinero, Segusino sufrió embates dolosos, pero uno no debe aferrarse a las cosas materiales.

 

-¿Y qué va a pasar con su negocio?

 

-Va a vivir y yo espero que crezca cuando deje de estar en el servicio público. Yo quiero que esté vivo y que me espere...

 

-¿Va trabajando?

 

-Mi empresa es la principal exportadora de muebles en el estado y una de las primeras del país, pero la situación es difícil indudablemente.

 

-¿Vale la pena dejar su patrimonio para irse a la aventura del gobierno?

 

-Mi visión nunca fue atesorar millones, mis hijos y yo estamos acostumbrados a ser sencillos, a vivir como cuando éramos pobres.

 

El principal reclamo para Zaraín viene de su familia y ese sí duele.

 

Más que Hyunday, más allá de la Ciudad Textil, más allá de cualquier crítica partidista, el funcionario dice que nunca ha sentido el riesgo de ser desplazado de su cargo.

 

“Nunca sentí temor, yo sí sabía que había gente, incluso dentro del gabinete, que quería mi lugar, que me buscaba los pies, pero a final de cuentas yo tengo la confianza del gobernador”.

 

Y es que indudablemente, hoy Zaraín, con la sede del ALCA y con las inversiones previstas para el aeropuerto “Hermanos Serdán” vive su mejor momento y ocupa otra vez su esfera de cristal.