03/Octubre/2002
Beatriz del Castillo

Un grupo de estudiantes de la UAP, liderado por el economista Camilo Estrada Luviano, ha decidido llevar sus principios marxistas-leninistas hasta sus últimas consecuencia en la vida diaria, y por ello viven en comunas donde los hijos son de todos, la comida debe compartirse en raciones iguales, lo mismo que los quehaceres domésticos y los bienes materiales que alguno de sus miembros adquiera, so pena de ser enviados al “bote”, una especie de casa de castigo de la secta.

El Movimiento Estudiantil Espartaco surgió en 1983, siendo sus fundadores Rosalío Balseca, Melquíades Daza y Camilo Estrada Luviano, quien por aquel año fue coordinador de la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Puebla. El grupo se denominó así en homenaje a un gladiador que en el Imperio Romano encabezó una rebelión de esclavos.

“Nosotros no queremos ser tolerantes, sino marxistas, y nuestros principios los defendemos a capa y espada”, se defiende Camilo Estrada, cuando se le cuestiona sobre el radicalismo de sus tesis y las posiciones que asumen sus integrantes frente a otros grupos que no comparten su ideología.

Jaime Ornelas Delgado, profesor-investigador de la facultad de Economía, recuerda que no hace mucho tiempo los espartacos gustaban de ridiculizar a sus maestros a través de un periódico mural en el que exhibían lo que a su entender eran posiciones burguesas. “Era molesto que los jóvenes actuaran como comisarios políticos y que estuvieran pendiente de lo que decías o hacías en clase para luego criticarte en el periódico mural. Eran agresivos verbalmente, pero nunca se confrontaban de manera directa”.

Actualmente el grupo cuenta con tres casas, una en San Manuel, que pronto se convertirá en Centro de Estudios Estadísticos, otra en las inmediaciones del Paseo Bravo -donde viven la mayoría de sus miembros en comunidad económica, a veces sexual, al margen de la sociedad organizada- y una más en Xilotzingo.

Camilo Estrada acepta que los miembros del movimiento viven en comunas, para llevar a la práctica “la reivindicación del marxismo como única teoría que lleva a la verdadera comprensión de la realidad”.

Así, la casa del Paseo Bravo, por ejemplo, la habitan actualmente siete adultos y dos niñas de tres y un año de edad. Todos los varones duermen en un cuarto, y las mujeres y niñas en otro. Todos los adultos tienen autoridad sobre las pequeñas, de suerte que su educación se convierte también en un asunto colectivo, pues los hombres hacen todos la función de padre y la mujeres las de madre, sin ningún distingo biológico.

Una de las desertoras del movimiento cuenta que durante su estancia en esa casa vivían además otros dos niños, y que por recomendación de Camilo Estrada a todos se les hacía creer que eran hermanos, lo que más tarde generó problemas de adaptación en uno de los pequeños, que incluso tuvo que recibir atención psicológica.

Otro ex integrante del grupo refiere que la vida en pareja dentro de la comuna resulta igualmente complicada, pues Camilo Estrada inculcaba a sus discípulos relacionarse sólo con quienes compartieran la ideología espartaca, “así que continuamente arreglaba los noviazgos y hasta las bodas”.

La misma fuente revela que si algún miembro del movimiento mantenía una relación de noviazgo con otra persona ajena al grupo, Camilo Estrada hacía lo necesario para que ésta terminara o para que el extraño adoptara los principios de la organización. “Pocas veces el espartaco huía con la pareja y si lo hacía se le tachaba de traidor”.

A pregunta expresa, Estrada aceptó que si los lineamientos del movimiento no eran compartidos por las parejas de los miembros del grupo éstas tenían que abandonar la comuna, e incluso admitió que “hace poco una muchacha se casó con un espartaco y se salió porque no quería saber nada del grupo. Se fue y nadie les dijo nada, aquí son libres de irse cuando quieran”.

“No nos interesa el matrimonio civil, ni por la iglesia. Nosotros hacemos una fiesta, una parodia de la boda, una mezcla de enlace civil y religioso en la que nos burlamos de los novios, de la boda, de todo. El más desmadroso es el que la hace de cura”, puntualizó.

Otro característica de la vida en comunidad dentro del movimiento Espartaco -que cuenta con adeptos en las facultades de Economía, Administración y Derecho de la UAP principalmente- son los juicios sumarios a lo que son sometidos quienes incurren en alguna falta.

Según un testimonio, las causas por las que se inicia un juicio podrían parecer infantiles para quienes no viven en el grupo, aunque para quienes padecen los excesos de Camilo Estrada éstos pueden resultar traumáticos:

“Una vez alguien se compró un pastel para él solo, se metió al cuarto de hombres a comerlo, y una de las chavas entró y lo encontró comiendo. Esa noche nos reunimos todos en la sala y empezamos a juzgarlo por su falta de compañerismo, por su actitud burguesa, porque ahí todo es de todos, nada es tuyo, todo es de Espartaco”.

El líder del grupo aceptó que por ser miembro fundador y uno de los militantes más viejos su opinión en los juicios casi siempre es requerida. “Cuando hay problemas gruesos los resolvemos entre tres, el afectado y dos de los más viejos”.

Estrada acepta que el juicio más severo es por traición o por intentar con cizaña desestabilizar al grupo, lo que ha ocurrido, según  recuerda, con cuatro jóvenes que fueron expulsados. Uno por inculpar dolosamente a la tesorera de Espartaco, Mara Morales Torres, en un supuesto robo; otro, por mentir sobre la organización de un torneo deportivo en una preparatoria de la UAP, y uno más por intentar acarrear gente a un mitin de Mariano Piña Olaya cuando éste era candidato del PRI a la gubernatura de Puebla.

“No somos radicales, y tampoco nos importa si a la gente le parecemos intolerantes. Así somos y así queremos ser, así nos quedemos solos”, concluyó el líder espartaco, cuya influencia sobre sus discípulos es tal que si éste les dice que tienen que repetir sus estudios profesionales por las bajas calificaciones obtenidas no dudan en hacerlo.