21/Febrero/2006
Carlos Ríos

“Si ustedes cierran los ojos y escuchan lo que ahí se dice, estarán casi seguros de que son los personajes en la realidad.” La frase de Mario Marín bien podría haber servido como epígrafe a la emisión del programa El privilegio de mandar del día de ayer.

“Hoy se puede falsificar, alterar, cualquier voz y hasta cualquier imagen. Y si no vean La parodia”, dijo hace unos días “mi gober precioso” al calificar de apócrifas las grabaciones de las conversaciones telefónicas que lo vinculan con el empresario Kamel Nacif Borge.

Y con esta declaración le dio un empujoncito adicional al rating de la revista política más vista por los mexicanos.

En la edición de ayer de El privilegio de mandar, telenovela de simulacro político que nació hace más de un año en La parodia, cada episodio tuvo como centro la probable conversación que mantuvieron Marín Torres y “El Rey de la Mezclilla”.

El programa no tuvo desperdicio. Cerramos los ojos, como pidió el gobernador, y aparecieron los personajes políticos en su total dimensión. Los guionistas del programa poco o nada tuvieron que modificar el texto original de la conversación entre los dos personajes para armar el libreto.

La parodia inició con el plato fuerte, la charla entre Kamel Nacif y el “gober precioso”, que interfirió la plática por teléfono entre el Canti y su chata, quienes acordaban una cita para ir al cine.

“Quiúbole Kamel” saludó orondo el gobernador Mario de Tin Marín. Entre las volutas de humo de su puro y cierto aire mafioso, Kamel soltó la frase de antología: “Mi gober precioso, tú eres el héroe de esta película, papá”.

“¿Cómo qué de esta película? ¿Qué nos están filmando?” se intranquilizó Tin Marín.

“No, en todo caso nos estarían grabando, pero eso no pasa en este país”.

“Ah, bueno, entonces sí te puedo decir que ya le di un pinche coscorrón a esta vieja cabrona.”

El libreto siguió a pies juntillas el desarrollo de la conversación que la opinión pública conoce y que un Alberto Migré jamás pudo escribir. “Yo sabía que no le iba a temblar la mano al señor gobernador”, dijo Kamel mientras del otro lado de la línea, el “gober precioso” ponía su mano debajo de la axila para disimular el temblor.

Así, la clase política una vez más dio letra a la parodia, en una representación que haría ruborizar al mismo Stanivslavski. Los candidatos presidenciales, Vicente y Marta, y el vocero Valentín —uno de los más “castigados” por el humor político— dieron letra de sobra al programa que supera en rating a Amor en custodia y a los programas informativos.

“Ya le dije a esa pinche vieja que aquí en Puebla se respeta la ley, sobre todo si se trata de ayudar a mis amigos”, se ufanó “papá”.

“Esto es vergonzoso” dijo Kamel. Y se ruborizó.

“Sí, es vergonzoso, pero nadie se va a enterar de lo que estamos haciendo”, lo tranquilizó el “héroe”.

“Bolas de ratas, se sienten Dios en el poder”, exclamó el empresario.

No podía faltar la referencia a las dos botellas de coñac que Nacif le ofreció al “gober precioso”. “Voy a echármela”, dijo un sediento Mario de Tin Marín, a lo que el empresario respondió: “¿Te la vas a echar? Si no es loción… Te vuá a mandar dos, una para que te la eches y otra para que te la tomes”, festejó su cuate.

Al finalizar la conversación, el empresario le preguntó al gobernador si podía hacer algo más por él. “Sí. Vuélveme a decir mi gober precioso”, pidió satisfecho Tin Marín.

El lado oscuro de la escena política

La imitatio burlesca de El privilegio de mandar acerca a los televidentes el lado oscuro de la escena política. No es de extrañar que su carácter incisivo supere a la superproducción de imágenes y noticias de alto impacto de cualquier noticiero.

En el programa dedicado al affaire Kamel-Tin Marín —en términos de personajes de esta parodia política—, la exaltación del “gober precioso” terminó por acuñar una de las frases que pasará al fondo común de la política nacional.

Apodo que hoy usan para saludarse reporteros, funcionarios, amigos y estudiantes. El mismo que se lee en las pancartas que ostentan quienes apoyan al gobernador en las calles.

Es broma presidencial
“Cómo estás, mi pollito precioso” saludó Marta a Vicente en el rancho El Relaxo.

“No Marta, no me digas precioso, porque así le dijeron al gobernador de Puebla y mira cómo le está yendo. Es como si te dijera a ti bellísima”, se enojó el primer mandatario.

“¿Bellísima? Ni que fuera botella de coñac”, retrucó su esposa.

Sin bajar el tono, el programa no se olvidó de las desafortunadas intervenciones televisivas del “gober precioso”, que intentó sin éxito disuadir a reporteros y conductores televisivos.

“Esa no es mi voz. Es más, esta voz que está escuchando tampoco es la mía. Es la de un imitador, un actor del privilegio de mandar”, dijo el “gober precioso” y así terminó de embarrar la cancha. ¿Dónde la realidad, dónde la representación?

Rueda de prensa y candidatos

El “gober” fue abordado por la prensa en la inauguración de una calle peatonal. “Yo no leo chismes, yo tengo cosas más importantes que hacer”, dijo, y anunció la construcción de una obra “muy importante para los poblanos”.

“Ahí los dejo con mi vocero porque ahora tengo que inaugurar el parque infantil Kamel Nacif”, dijo y se retiró.

El vocero Valentín calificó de “intrascendentes” las grabaciones y habló de “espionaje telefónico”. Sobre las famosas botellas, dijo que el “sentimiento navideño” los invadió y que no tenía conocimiento sobre la calidad del coñac porque lo perdió en la tercera copa.

También los presidenciales dialogaron sobre el caso Marín. “Acuerdo con Andrés Manuel en repudiar al gobernador de Puebla. Una investigación, caiga quien caiga. Y me vale que los señalados sean el gobernador y un empresario exitoso”, dijo un campanudo Felipe. Y Roberto sólo pudo decir, sin convencer, que no todos los priístas eran así.

Así terminó una nueva edición de El privilegio de mandar, que tuvo como protagonista a la “Puebla revolucionaria” acosada por las “fuerzas perversas”.

Telenovela por donde los forcejeos políticos y la pelea por el poder se presentaron ante la ciudadanía en todas sus contradicciones, con un estilo directo que se apropió de los discursos de los candidatos para reforzar sus sinsentidos, sus tropiezos y sus ambiciones desmedidas.