10/Julio/2003
Beatriz del Castillo

Imagine usted recibir una llamada de un supuesto familiar radicado en los Estados Unidos, que tiene tiempo de no ver  pero que además le proporciona datos suyos y de otros parientes; que le pide ayuda frente a una emergencia y abusando de la confianza  que crea en usted le dice que deposite en una cuenta bancaria, o en una tienda de servicios de envío, determinada cantidad que lo salve de la cárcel, de una enfermedad o incluso de morir.

Seguramente usted, con la angustia que le causó la llamada, no dudará en conseguir el dinero sin importarle sacrificar su quincena, pedir prestado o incluso empeñar algún objeto. Ahora imagine que después de realizar el depósito se entera que su familiar no tenía ningún problema y que jamás realizó esta llamada.

Esto ocurre diariamente en las sierras Norte y Negra, o en la Mixteca, donde los delincuentes aprovechan el elevado índice de migración de estas comunidades y la buena fe de sus habitantes para cometer este tipo de fraude.

Cuetzalan es uno de los tantos  municipios en el que se comete este delito. Herminia Alvarado aún recuerda la llamada que recibió en Marzo:

“Era el medio día y me llamó por teléfono un muchacho que se identificó como mi sobrino Juan Carlos Alvarado, me dijo que había chocado contra un carro lujoso y que recurría a mí porque mi hermano, su padre, estaba enfermo. Entonces me dijo que le pedían 7 mil pesos para no denunciarlo; en ese momento otra persona le arrebató el celular y me dijo que si no le enviaba el dinero iba a matar a mi sobrino”.

Sin embargo, doña Herminia se comunicó con el verdadero sobrino, quien le dijo que  no existió tal choque y que él no realizó esa llamada. Pero no todos los casos corren con la misma suerte. Lucio González, también originario de Cuetzalan, sí realizó el  depósito.

“Me habló una muchacha por teléfono -soy Meche, su sobrina tío Lucio- me dijo y como mi sobrina sí vive en Nueva York le creí. Me pidió 15 mil pesos porque estaba muy enferma y necesitaba dinero para el tratamiento. Cuando le pregunté por su madre, me dijo que no le había pedido ayuda porque también estaba muy enferma y que el susto la podía empeorar, entonces hice el depósito. Como dos días después vi a mi hermana y me dijo que no estaba enferma y que un día antes había hablado con su hija que gozaba de perfecta salud”.

La práctica de este delito es tan cotidiana que la Procuraduría General de Justicia ya alertó a las poblaciones altamente migrantes para que antes de realizar el depósito o el envío se cercioren que realmente se trata de su familiar y no por actuar de buena fe sean víctimas de este fraude.